El 20 de junio del año 2008 de nuestra era participé en una excursión con mis compañeras (sic) austriacas de máster del universo a la ex-austrohúngara y ex-yugoslava ciudad de Ljubljana, capital de la república de Eslovenia. El objetivo principal de nuestra visita era realizar una visita VIP del Museo de la Ciudad. Tanto el museo como la ciudad y como la gente que por allí reside fueron de mi agrado. Tras la experiencia, corta pero intensa, y volviendo en el autocar a la graciosa ciudad de Graz, sucedió algo que no me pasa a menudo, y me dio por pensar.
El verano se me planteaba bastante tranquilo: tras buscar unas prácticas en Alemania o Austria hasta debajo de las piedras, y sin tener un ápice de éxito, iba a pasar las dos primeras semanas de agosto en la wagneriana Bayreuth (patria querida) para luego ir a Valladolid y pasar un mes en casa de mis padres sin hacer nada productivo. Se me ocurrió que podría pedir unas prácticas en el Mestni Muzej Ljubljana – así le dicen al museo en lengua eslava – para agosto y septiembre. Estaba bastante claro que, con poco más de un mes de antelación, nadie iba a conceder unas prácticas a un estudiante greñudo que por aquel entonces no sabía ni dar las gracias en esloveno – aunque tampoco es que ahora sepa mucho más. Pero pedir por emilio viene siendo gratis e intentar conseguir prácticas por enésima vez calmaría mi conciencia de cara a un verano dedicándome a no hacer nada.
La vida funciona de manera caótica y extraña, y tiende a servirte las cosas en bandeja cuando has dejado de quererlas o buscarlas realmente. Resulta que mi futura jefa, Doña Janja Riboli, tiene cierto espíritu aventurero, participa en un grupo intereuropeo que analiza el fenómeno del voluntariado en instituciones culturales y se acordaba de haber hablado conmigo durante la excursión – normal, siendo el único hombre en un grupo de 14 personas. Toda esta constelación de coincidencias, hechos y factores, llevó a que me diesen unas prácticas en un sitio del que, hasta hacía unos meses, sólo conocía cierto grupo musical vanguardista del que hablaré más tarde. Me até la manta a la cabeza una vez más y empecé a prepararme para la experiencia.
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