jueves, 17 de septiembre de 2009

La estupidez: patrimonio de la humanidad

(Este texto fue escrito a finales de febrero del 2009 y por ello algunos de los temas de actualidad tratados en él ya no lo son tanto, pero la idea general sigue pareciéndome importante... está escrito de una forma algo extraña por que lo hice con un minúsculo teclado alemán y usando esa mierda de Microsoft Works)

Otro madrugón. Otra vez sentado en un tren camino a Alemania. Otro Café en la estación de Graz, esta vez acompagnado de la lectura del “Standard” - único peródico legible en Austria. La única novedad es un ordenador nuevo con teclado alemán. En los tiempos que corren, las 5 de la magnana (otra vez el teclado alemán) me pareció algo pronto para leer la sección de economía. Dos noticias han llamado mi atención: la radicalización fundamentalista de la iglesia católica y el progreso de la extrema derecha en las elecciones en Israel. Conocen esta situación? Leer el periódico y no ser capaz de sentir otra cosa quer frustración y, sí, un cierto grado de misantropía. Recuerdo una conversación quer tuve hará más de 10 agnos con un tío mio en Francia: yo defendía una posición con respecto a la humanidad muy influenciada por Nietzsche y, he de admitirlo, por el Black Metal, y mi tío una posición compuesta a partes iguales por hippieismo y catolicismo progresista bien intencionado. “Somos todos hermanos.” Lo somos? Muy a menudo me es imposible aceptarlo.

Empecemos por la iglesia católica, que entre muchas otras aberraciones anacrónicas acaba de readmitir en su seno - con ciertas relativizaciones - al obispo británico Williamson, un “revisionista histórico“. Este siniestro personaje, que se cree historiador en un alarmante caso de intrusismo laboral muy común en la iglesia, va diciendo a televisiones suecas que el Holocausto es una mentira. Evidentemente no aporta ninguna prueba y simplemente repite el viejo discurso Neonazi: solo habrían muerto entre 200.000 y 300.000 judíos en campos de concentración - no habría habido campos de exterminio - de las SS. Si esta peligrosa estupidez contuviese el más mínimo resquicio de verdad en si, no quitaría a dicho genocidio su carácter de horrible crimen, pero este escándalo no era el tema de la noticia. El caso es que la iglesia austriaca ha nombrado obispo de Linz (capital cultural europea 2009 en la cual cambiaré de tren más tarde) a un fundamentalista radical apellidado Wagner. Entre otras estupideces este segnor - dicho sea sin el más mínimo respeto - acaba de declarar que “la homosexualidad es una enfermedad mental, curable como el alcoholismo” - otro caso de intrusismo laboral, esta vez en la psiquiatría. Al leer esta cita no pude evitar una cierta sonrisa sarcástica. La equiparación de la homosexualidad con el alcoholismo es de por si una tontería suprema por dos motivos. Para alguien que pertenece a una organización ideológica tan preocupada por La Verdad, esta afirmación es simple y demostrablemente falsa. Por otro lado es curioso que este hombre hable de alcoholismo - iba sobrio al hacer estas declaraciones? El alcoholismo es una enfermedad que no se puede curar. Un alcohólico lo será el resto de so vida y, solo mediante una disciplina férrea y ayuda médica conseguirá reprimir su adicción para evitar una degeneración física y mental que le impediría vivir en sociedad y le llevaría a la muerte. La homosexualidad - y la iglesia católica debería saber de que hablo - puede ser en muchos casos reprimida. Sin embargo los efectos de la represión sexual son los opuestos que los de reprimir una adicción dagnina como el alcoholismo: degeneración mental que engendra enfermedad y perversión. Está perfectamente demostrado que la homosexualidad, siempre que la sociedad que la rodea sea lo suficientemente civilizada y se encargue de solucionar problemas auténticos en vez de llevar a cabo cazas de brujas, no es ningún problema para el desarrollo de una vida normal. La homosexualidad no es ninguna enfermedad. Teniendo en cuenta que estas declaraciones solo son las más recientes de una larga lista de barbaridades vomitadas por el segnor Wagner, me cuesta engendrar el más mínimo sentimiento de hermandad con él y con aquellos que le apoyan o le elevan a un puesto muy importante en una sociedad tan católica como la austriaca. Esto no significa que abogue por exterminar a este tipo de gente y no creo que esté en mis manos el “curarles”. No se si la estupidez se puede curar realmente. El pequegno humanista dentro de mi me dice que sí, que con educación la estupidez se cura, o al menos se reprime, pero no siempre estoy muy seguro de esto.

Pasemos a la situación en Israel. Que sucede en una sociedad militarizada tras decenios de guerra casi constante y basada en gran parte en ideas nacionalistas radicales, que sufre un desgaste del sistema democrático/neoliberal similar al de las sociedades occidentales? Que la izquierda - incluso la más que centrista del laborismo - desaparece del plano político. Quedan para formar gobierno un partido de centro-derecha, los conservadores agresivos del Likud y la más que extrema derecha, xenofoba, militante y muy militarista. Esta última aspira a quitar la ciudadanía a los árabes-israelís que no muestren “lealtad al estado”. Esto privaría a estas personal de los derechos de ciudadanía, tal y como harían los nazis con los judíos en los agnos 1930. Las consecuencias que esto podría tener deberían estar muy Claras. Para empezar tenemos la reacción de la opinión pública occidental ante el asedio la franja de Gaza: la confusión entre los conceptos “judío” e “israelí” que lleva en muchos casos a un discurso simplista y estúpido antisemita y sirve incluso de caldo de cultivo para el “revisionismo histórico” o al menos para relativizar el Horror del Holocausto. El origen de tanta estupidez en todos los campos me parece ser uno que siempre he vuelto a citar: la fundamentación de sistemas ideológico-sociales (palabro) o simplemente de opiniones en una Feindbild. La estupidez es fácil de asimilar si se consigue, a través de simplismo exacerbado, el impregnar en las mentes de las persona una idea de “El Enemigo (común)”. En la historia reciente tenemos al musulmán terrorista asesino, al “ewige Jüde” conspirante, al emigrante maleante, al homosexual pedófilo y perverso, al izquierdista criminal o incluso al hombre blanco represor por naturaleza - por citar a muy pocos. Lo que sucede en Israel no es muy distinto de la alarmante situación política que se vive en gran parte de Europa - en parte trato este tema en mi texto sobre Jörg Haider y la peligrosa situación política austriaca. Podemos concluir que, en el fondo y mal que esto pese tanto a judíos ultraortodóxos y sionistas radicales como a antisemitas de todo tipo, la sociedad israelita no es tan distinta de las demás y solo sufre un condiciones muy duras y propicias para el desarrollo de la estupidez.

Esta estupidez que describo no es nueva pero parece estar recuperando una popularidad que había en parte perdido en la segunda mitad del siglo XX. Sectores de opinión que solían combatirla parecen haber cedido ante Ella, la aceptan o incluso la han hecho propia. Me da la impresión de que cada vez está menos mal visto el divulgar estupideces peligrosas y que aquellos que habrían quemado libros en el pasado se acogen a la libertad de expresión y reciben cada vez más aplausos. Preocupante. Para terminar quisiera citar al gran cantautor francés Georges Brassens: “Il y a peu de Chance quer l’on detronne le roi des conns.” (Es poco probable quer se destrone al rey de los gilipoyas).

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