miércoles, 17 de septiembre de 2008

II. Preliminares y llegada

Durante el mes de julio, en las pocas hora que no dediqué a los proyectos del máster, empecé a preparar mi viaje a Ljubljana. Era la primera vez que viajaba en mi vida a un país en el que hablasen un idioma del que no tuviese ni la menor idea. Por suerte hubo gente que me echó una mano mediante correos electrónicos. Primero estaba mi jefa, Janaja, que me puso en contacto con una chica que curra y estudia en la universidad llamada Maja – pronúnciese como la abeja de lo dibujos animados de nuestra infancia y no como maja de simpática, aunque también lo sea. Dicha moza me indicó dónde buscar alojamiento en Ljubljana. Por otro lado estaba Taja, media hermana de Ulla, compañera y sin embargo amiga mía del máster. Habréis pillado ya que por estos lares la J se pronuncia como una I. Taja no se llama así por que pegue muchos tajos. Esta chica o señora – ¿cómo refirme a una mujer casada y con niña, de 35 años, pero con una mentalidad joven y abierta? – que se dedica a las artes plásticas, se ofreció a enseñarme la ciudad y a ayudarme en el proceso de integración en la sociedad eslovena. Gracias a esta gente no tuve la sensación de adentrarme en un terreno completamente misterioso.

Para solucionar lo del alojamiento me decidí a pedir plaza en uno de los colegios mayores de Ljubljana que se encuentran cerca del centro y, por consiguiente, del museo. Primero mandé un emilio preguntando si era posible obtener dicha plaza entre el 1 de agosto y el 2 de octubre. La respuesta a mi correo fue la siguiente: “Si. Su habitación está reservada.” Después de haber vivido en mis carnes la dura experiencia burocrática de luchar por hacerse con una plaza así, primero en Alemania y luego en Austria, esté correo me dejó boquiabierto. Esto especialmente teniendo en cuenta que no soy estudiante de la Universidad de Ljubljana y mis prácticas no forman parte de ningún proyecto de intercambio europeo. Veloz, contesté planteando una serie de preguntas bastante lógicas: ¿Dónde está la habitación? ¿Cuánto cuesta? ¿No necesitan algún documento mio de antemano? ¿No tengo que firmar un contrato con ellos y pagar una fianza antes de llegar? La respuesta no fue mucho más larga esta vez: “Dom II (bloque 2). 95€ al mes. No, traiga simplemente consigo su carnet de estudiante y preséntese el 1 de agosto antes de las 15:00 horas en la recepción.” Las dudas sobre si este intercambio de emilios era o no algo serio me durarían hasta las 14:30 horas del 1 de agosto.

La siguiente buena noticia, después de experimentar que los eslovenos no han heredado la burocracia germánica, me llegaría en una conversación con mi buen amigo Stefan – antiguo compañero de fechorías en mis años en Bayreuth. Resulta que, pese a vivir desde hace un tiempo en Glasgow, Stefan iba a pasarse por motivos laborales dos veces por Ljubljana durante mi estancia. El diablo sentado sobre mi hombro izquierdo sonrió, la palabra “¡Fiesta!” apareció tatuada sobre mi frente y Franz Ferdinand empezaron a sonar en mi cabeza “We're gonna burn this city! Burn this city!...”.

De buen humor y con grandes expectativas me despedí en la mañana del día 1 de agosto de Graz y tomé el tren hacia Ljubljana. Después de casi cuatro horas para realizar un trayecto que, en coche, se hace en poco más de dos, mi buen humor había descendido un poco. Pese a ello, llegué sano y salvo a la estación central de Ljubljana.

Aquí empezaría un mal rollo que duró hasta las 5 de la tarde. Si bien Ljubljana es una ciudad la mar de gonita y francamente, su estación central debió de ser construida en los años 70 y es un ejemplo de lo más feo y tercermundista que la arquitectura soviética ha parido. La caló húmeda y chunga que hacía me puso a sudar como un cochino jabalín. El taxista que me llevó a la residencia me dio un paseo por Ljubljana y me cobró el doble de lo que debería, por turista – hay cosas que son las mismas en todos los países del mundo.

Tardé casi 20 minutos en encontrar la recepción en un complejo compuesto por 18 edificios más parques y pistas deportivas, todo ello cargando con el maletorro y bajo la caló sevillana de la que hablé antes. Cuando finalmente llegué a mi destino, me encontré con que el tipo que se encargaba de la recepción tenía la cabeza rapada y llevaba una camiseta que rezaba “Blood and Honour – Division Slovenia” (para el que no lo sepa, B&H es la organización internacional más importante de boneheads neonazis). En Alemania y Austria el simple hecho de llevar una camiseta así en público va en contra de la ley. Os podréis imaginar que la visión de tal imbécil en la recepción de una residencia universitaria me dejó los pelos de la cabeza rizados y los del pubis lisos. Menos mal que el idiota me dio las llaves de mi habitación y me dijo que volviese el lunes o el martes para firmar el contrato y pagar. ¡Me dan las llaves de un cuarto y lo único que tienen de mi es una dirección de correo electrónico de Yahoo! El cuarto: grande, cómodo, con ropa de cama aunque trajese la mía en la maleta, con tele aunque sólo con canales en esloveno y sin ningún utensilio de cocina. ¡Vivan los bocadillos y las latas!

Pero tras esta serie de hechos desafortunados el día iba a cambiar bastante. Era viernes y mi colega Stefan estaba en la ciudad. Quedamos a las 17:00 horas en el centro, en la Preśeren Trg. Trg – no me he olvidado de las vocales, es que no tiene – significa plaza, y Preśeren es el poeta nacional esloveno. Tres descubrimientos me alegraron mucho: A diferencia de los alemanes, los eslovenos saben hacer buen café y lo venden a precios decentes; no es necesario hipotecar todas tus pertenencias para comprar un paquete de tabaco por estos lares; y la cerveza, si bien no se la puede comparar con la que se hace en Franconia o Chequia, está rica y a bastante buen precio también. Ya dedicaré un capítulo a las drogas legales un día de estos.

Deambulamos toda la tarde por el pequeño y sin embargo maravilloso centro de Ljubljana parándonos en terracitas de vez en cuando y, al caer la noche, empezamos a diseñar un plan de operaciones juerguisticas. Al final nos decidimos por irnos al Trnfest – festival alternativo de verano que se merece su propio capítulo – por que había un concierto de unos exyugoslavos emigrados a Yanquilandia que tocaban una mezcla de punk hardcore y folk balcánico. Buen concierto, buen ambiente, gente maja y abierta,...

Cuando me tumbé en la cama a altas horas de la madrugada recordé que Angelika, mi querida novia, me había dicho unos días antes de mi viaje que me envidiaba, que seguro que iba a conocer a un montón de peña y pasármelo muy bien. Yo le contesté que no exagerase, que me iba a Ljubljana a currar y que el idioma iba a ser un problema. Como suele ser habitual, Angelika tenía razón y y o estaba equivocado.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Pues claro que te lo pasarás bien y conocerás a un montón de gente, Angelika sabe de lo que habla :-) Por cierto, Alberto estuvo allí de congreso y creo recordar que volvió contento. Ala, a trabajar y a disfrutar!!

lulabylula dijo...

NO, si al final todos pasaremos por ese pueblecito, al parecer je je je ¿Pero vas a quedarte todo el año?