miércoles, 21 de enero de 2009

Hablando "en idiomas"

Era una mañana relativamente agradable de enero y me disponía a viajar desde Graz a Bayreuth. Debido a las elevadas espectativas que depositaba en este viaje y a mi fundado miedo a llegar tarde, acabé apareciendo en la estación de Graz con algo más de una hora de antelación. Pese a ser sábado y horriblemente pronto, la cafetería estaba ya abierta. Me senté junto a la barra para tomarme un primer café y matar un poco el tiempo escribiendo un plan de acción en mi agenda. Detrás de la barra se encontraban una camarera de cierta edad y un camarero joven charlando en un tono jovial – muy jovial para ser las 5 de lamañana – y, junto a mi, un cuarentón estaba tomandose el primer vino del día. El camarero, con acento eslavo, y la camarera, sin duda lugareña, hablaban en dialecto estirio – una modalidad de austriaco que, pese a llevar más de un año viviendo por estas tierras, me cuesta a ratos bastante entender. Si añadimos a esta curiosa versión del alemán el hecho de que todabía no estaba despierto del todo, es comprensible que no pudiese descifrar más que palabras sueltas de dicha conversación. A los pocos minutos entró en el local un hombre que parecía ser cliente habitual. El camarero se puso a hablar con él en lo que muy seguramente era bosnio o serbo-croata. Si omitimos las pocas palabras sueltas que aprendí en mi estancia en Eslovenia, las lenguas eslavas siguen siendo ese gran desconocido para mi. No crean que tenía algún interés especial en enterarme de lo que se decía a mi alrededor, pero me di cuenta de que esta era la segunda conversación seguida que no podía comprender en aquella mañana. Pasados otros pocos minutos entró en la cafetería un grupo de tres hombres. Cuando pidieron sus cafés quedo claro que eran sordomudos. Los tres se sentaron en una mesa al lado de mi y empezaron una conversación. Como el ojo humano percive movimientos con mucha más facilidad que cualquier otra cosa, no pude impedir el observar con el rabillo del ojo la tercera conversación incomprensible para mi de aquel día. En la radio estaba sonando una canción infantil francesa – lo cual es bastante extraño – cuyo estribillo decía “se soir je m'endort au pais des merveilles”. Me dio por pensar que era lo primero que comprendía en un buen rato.
El no comprender lo que se dice alrededor de uno es una sensación de imptencia bastante desagradable. De hecho creo que esta sensación es en parte el origen de la xenofobia y de los problemas de integración que pueden surgir cuando uno es inmigrante. Aprender un nuevo idioma es, especialmente si se pasa a una familia linguística nueva, un desafío nada desdeñable. Como el ser humano tiende a ser bastante vago, la mayoría – de la que no me excluyo – sólo hace el esfuerzo de aprender una nueva lengua cuando no le queda otro remedio. Por motivos varios, existen países en los cuales es más difícil que en otros encontrarse a gente que domine alguna lengua más que la vernácula – y España es uno de ellos. Este hecho genera muy a menudo intolerancia, paletismo e impide a las personas romper los prejuicios que se tiene frente a sus vecinos, cercanos o lejanos. Pese a estar en contra de la predominacia del inglés en nuestras sociedades y la monocultura que esta tiende a engendrar, he de defender la necesidad de tener un idioma global para moverse por el mundo. El bilinguismo es una necesidad. La idea del esperanto me parace genial y es una pena que este idioma nunca haya tenido éxito. El inglés no deja de ser una herramienta de comunicación extremadamente útil y el hablar más idiomas nos permite ser mejores personas, si bien no nos convierte automáticamente en una de ellas. Desde hace años se puede apreciar una mejora en este aspecto. Las instituciones de nuestras sociedades tienden a menudo a fomentar el cosmopolitismo y muchos ciudadanos han hecho suya esta tendencia. Sin embargo sigue habiendo mucho trabajo por hacer. No voy a ponerme ahora a aprender, por ejemplo, una lengua eslava; pero me encantaría tener en un futuro cercano el tiempo, la energía y la necesidad de hablar un idioma nuevo. Gran parte de las mejores experiencias de mi vida me han sido ofrecidas a través de otras lenguas. Con estas lineas quiero animar a todos a lanzarse a la aventura de ser menos ignorantes. Hablar “en idiomas” – para citar a mis queridos Gomaespuma – puede ser complicado pero ofrece grandes satisfacciones.

1 comentario:

lulabylula dijo...

Que razón tienes amigo Damián.
Y no pierdas la esperanza con el Esperanto. YO pensaba que nadie practicaba dicha lengua, pero mi profesora de polaco la habla perfectamente, y conocío a su novio español en un congreso de esperantistas que tuvo lugar en Lodz, así que quizás algún día...